Grata experiencia al cantar el violín

Bravo por Ana María. Desde que apareciera en el escenario hasta su último arqueo, la españolita precisó que cuenta con la principal virtud de un concertista: la presencia que transmite seguridad y esparce certidumbre. Su joven belleza- que mucho ayuda- pasa a ser un apunte favorable, pero secundario, cuando despliega las habilidades por las cuales su violín canta como canta y es capaz de tantas experiencias desde el alfabeto de sus cuerdas.

Aram Khachaturian

Viendo por su conveniencia, Khachaturian dedicó el concierto al maestro judío David Oistrakh, algo así como regalar un automóvil a Henry Ford. Composición robusta, brillante, presuntuosa, pero superficial en sus temas y deliberadamente pensada para negociar con el gusto de un vasto público y evitar así que los comités de Stalin acusaran a don Aram de “burgués” o – peor aún- amigo de la música “intelectual” y sin propósito como le había ocurrido a sus colegas Shostakovich y Prokofiev. El allegro con firmeza vino a nuestro encuentro con su nerviosa intensidad y su trayecto punteado de dificultades. En buen acuerdo, Ana María y nuestra orquesta defendieron la arrogancia del original. La españolita fue diligente y cauta en ese largo solo que se incuba como desarrollo del segundo tema. Tras un andante que se complica paulatinamente, violinista y conjunto se complementaron una vez más para concedernos un retumbante momento de “fuegos artificiales” que a todos conmueve. Estruendoso fue el aplauso para ana María y la orquesta que conduce el maestro Molano Muñoz, a quien le sugerimos-para lo futuro- algún concierto de violín más pleno y trascendente (¿el de Brahms o el de Sibelius?) para no quedarnos como ahora, adheridos a los tecnicismos y el referente popular.

Jorge Álvarez Rendón. Diario de Yucatán (México). Marzo 2005

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