Brahms / Franck: Sonatas para violín y piano

Ana María Valderrama, violín. Víctor del Valle, piano. Eudora 1802

Menudo programa encaran estos jóvenes intérpretes españoles: la Tercera sonata de Brahms, la sonata única - nunca mejor dicho- de César Franck y, de telones, el Scherzo brahmsiano para la sonata de tres autores - los otros eran Schumann y Dietrisch- y la cautivadora melodía franckiana Melancolie. Son páginas que cuentan con incontables referencias y, sin dudar, quien suscribe sitúa la presente entre ellas.

Valderrama es un violín esencialmente lírico, de una timbración rica que se ilumina en el agudo y se profundiza en el grave. Su musicalidad es impecable y su fraseo, un auténtico labrado que atiende a las incontables exigencias de expresividad que estas obras, cimeras y densas, demandan. Con todo, estas partituras son, a dúo, una exigencia añadida: ambos instrumentistas cobran la misma importancia. Sus escrituras son de pariguales dificultades y su estrictez de estilo- el Romanticismo maduro- tiene que mantenerse desde el arrebato pasional hasta la queja de íntima melancolía. Súmese a ello otra distinción: la sonata de Brahms es un poema y la de Franck, una historia, casi una novela confidencial. Y así lo cumplen Valderrama y del Valle. Él cincela el canto a la par de ella, cuidando que la densidad de su instrumento no avasalle el cercano canto. Por su parte, al disponer de mayor dinámica y extensión tanto horizontal como vertical, lleva a su cargo todos los detalles armónicos del caso que enriquecen pero asimismo complejizan el discurso.

Del Valle lo hace con señorío y limpieza, hasta con mimo en la timbración como si las cuerdas de su piano fueran también las del violín de su compañera. Lo dicho: una dichosa referencia que se suma al ancho cartel de espléndidos intérpretes españoles de nuestros días.

Revista Scherzo- Blas Matamoro

Julio 2018

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